Desde tiempos inmemoriales, y de manera paralela a la Historia, Granátula y su entorno han estado relacionados con innumerables leyendas. Al calor de la chimenea, los días de tormenta, noches de mucho frío, etc. las gentes de Granátula han transmitido leyendas, chascarrillos, historias, etc. a niños y jóvenes a través de la tradición oral. Una tradición oral muy rica, como la misma Historia de Granátula, su cultura, gastronomía, etc. y que ha pasado de generación en generación hasta nosotros. Hoy, a pesar de que muchas de esas tradiciones y costumbres se están perdiendo, nos corresponde a nosotros transmitirla a las siguientes generaciones, y que mejor forma de hacerlo que aprovechando este medio.
Las leyendas que a continuación se cuentan mezclan la realidad y la ficción dentro un escenario mágico como es Granátula y su entorno: reinas, hechiceras que se convierten en mujeres encantadas, inquisidores, cuevas y pasadizos secretos bajo las casas del pueblo, bandoleros, apariciones de difuntos, milagros de la Virgen de Oreto y Zuqueca, etc. aparecen en estos relatos misteriosos para explicar muchas veces lo inexplicable. Unas leyendas que van más allá de la Historia y que nos imprimen mucho respeto. Una tradición oral con leyendas que parten de los mismos orígenes de Granátula y que llegan hasta nuestros días:
Cuenta la leyenda, que Granátula surgió hace varios miles de años como una pequeña aldea: un conjunto de casas de las que muchas de ellas eran almacenes de grano. Parece ser que una reina ibera llamada Tula, comenzó a dominar tan fuertemente estos territorios, a ganarse el respeto de tribus y clanes de la zona, y su poder fue tal, que empezó a acumular muchas riquezas y tierras. Las fértiles tierras volcánicas y de vega que había logrado conquistar, al lado del río Jabalón, daban abundantes cosechas y llegaron a ser las más envidiadas de la Oretania, pues sus graneros siempre estaban rebosando de cereal. Nunca hubo en su tribu carestía ni hambre, por lo que las gentes de aquella época comenzaron a llamar a esta zona como Granátula, es decir, el “granero de la reina Tula”.
Otra leyenda, con multitud de versiones, nos cuenta un origen más humilde: Granátula comenzaría a existir hace varios siglos como una posada o venta que estaría ubicada en la calle el Santo, que serviría para dar cobijo a las gentes que fueran de Toledo a Sevilla. El negocio iría tan bien que irían surgiendo casas alrededor de esa posada hasta llegar a lo que hoy conocemos. Otra versión afirma que esa posada o venta estaría en la calle Bonar. Custodiaría una colmena que daría de comer miel a los que se alojasen en la venta y especialmente a los que vivieran en la zona. Y que a partir de ella irían surgiendo el resto de las casas que irían configurando a lo largo de los siglos el pueblo.
Lo que puede ser real y nos cuenta otra leyenda es que Granátula surgió al lado de unas lagunas: las Lagunas de Valdeleón. Han ocupado parte del casco urbano a lo largo de la historia y han ido retrocediendo con la expansión del pueblo al aprovechar sus aguas. En los últimos siglos se han ido desecando y esto ha permitido que no vuelva a aparecer el paludismo o malaria entre la población además de que se configure el casco urbano actual en la hondonada volcánica que antiguamente la ocupaban.
Otras leyendas nos acercan a las cuevas que hay bajo las casas de Granátula. Las cuevas, normalmente, se hacían con la intención de extraer tierra para realizar las paredes de tapia de las casas. Y a su vez, esta cueva, se podía utilizar como una nevera: al ser “agujeros” de varias decenas de metros de profundidad, pueden conservar todo tipo de alimentos al haber una temperatura más baja que en superficie y casi constante a lo largo de todo el año. Es decir, se utilizaba además como una nevera-despensa natural, hasta que fueron sustituidas por las neveras o frigoríficos actuales.
Esta actividad ha dado lugar a muchas leyendas que dicen que por ej. Granátula está hueca: serían tantas las cuevas que hay debajo de las casas que se podría ir de un extremo a otro del pueblo sin ningún problema, de cueva en cueva. Una especie de Granátula subterránea, paralela, donde las leyendas e historia se confunden muchas veces, entre lo terrorífico, lo mítico y lo real.
Actualmente sabemos que muchas cuevas del pueblo son muy profundas y se comunican unas con otras. Eso ha sido motivo según las leyendas para que se produzcan a lo largo de la historia robos de unas casas a otras a través de sus cuevas, encuentros amorosos esporádicos, sean refugio de bandoleros y sus tesoros, lugar donde habitan almas en pena, donde se hacen enterramientos, donde se tapian hombres durante la Guerra Civil Española para no ir al frente, etc. Por ej. se dice que muchas de esas cuevas han sido lugar de encuentros amorosos entre ricos personajes del pueblo y doncellas, criadas, etc. los cuales han dado hijos ilegítimos que eran asesinados y enterrados en las paredes, junto con abortos, hijos con malformaciones, con deficiencia mental, etc. que correrían la misma suerte. Muchas de esas cuevas están tapiadas, rellenas de tierra o incluso se han recortado en longitud con paredes para no pasar por debajo de casas limítrofes, es decir, no pueden sobrepasar el perímetro superior de la casa.
Indagando en este mundo de leyenda hay documentos que evidencian este mundo subterráneo, olvidado y tapiado debajo de Granátula, trascendiendo de lo imaginario. La escritura de una casa del pueblo, ubicada en la Plaza de España, nos descubre las dimensiones de una cueva que está en el subsuelo de esa misma plaza. Sería una cueva, provista de 3 galerías de distintas dimensiones, una sin duda, de varias decenas de metros, que serviría para alojar una bodega de 40 metros y contener 37 tinajas. Así, con esta escritura, se podría decir que la plaza de España y su entorno estaría hueca a varios metros de profundidad.
“La cueva ….”
Una de esas leyendas, que tiene como escenario una cueva de la localidad, nos lleva al tramo final de la Calle Aldea hace muchos, muchos años:
Parece que un bandolero que merodeaba por la Sierra de Granátula solía robar a las gentes que entraban o salían del pueblo o pueblos cercanos con distingos cargamentos. Un día fue herido al robar a unas personas. Como Granátula no era su pueblo natal decidió refugiarse en la primera casa en la que la puerta estuviese abierta. Tal fue así, que en la calle Aldea encontró su escondite perfecto. Se introdujo en la casa sigilosamente y pidió ayuda.
En aquella casa vivían dos mujeres mozas (que no se habían casado), con lo que la cura de las heridas al bandolero fue mejor y más tranquila, al conocer ellas ungüentos y remedios para sus heridas; además, el bandolero se ganó la confianza de ellas y alejó el peligro de que avisasen a personas que le descubrieran. Las dos mujeres, para no levantar sospechas, metieron al bandido en la cueva de su casa hasta que le curaron.
Fue tal el agradecimiento que mostró el hombre por tan gran servicio que le recompensó con su botín, formado por monedas de todo tipo, oro, plata, etc. Las mujeres agradecidas, accedieron a seguir ocultándolo en su casa y cueva. Así el bandolero encontró el sitio ideal para esconder parte de su botín en las siguientes rapiñas o esconderse en caso de ser perseguido en la zona. Sus salidas y entradas a la casa se harían de madrugada para no levantar sospechas. Se cuenta que llegó a amasar un gran tesoro, y que lo fue introduciendo poco a poco en la cueva de aquella casa, incluso sin que aquellas mujeres lo supieran. Porque según se dice, el bandolero dejaba parte del botín enterrado en la cueva en un lugar oculto, entregando parte a las mujeres de aquella casa. Pero un día, el bandolero no regresó. Parece que fue apresado o para otros fue muerto en uno de sus asaltos a cargamentos que llegaban a la zona de Granátula. Algunos dicen que fue la ambición de las mujeres en su afán de quedarse con el tesoro del bandolero lo que les llevó a envenenarlo y enterrarlo en la cueva tapiando su cadáver, para apropiarse del botín. Otras que el bandolero murió en la cueva por las heridas de otro encontronazo y para no dar parte a las autoridades, las mujeres de la casa lo enterraron-tapiaron allí para no ser cómplices de los robos; pero ellas no sabrían que el bandolero guardaba el grueso del tesoro dentro de la cueva, con lo que el tesoro estaría en aquella cueva, de no se sabe cuanta profundidad, en el tramo final de la calle Aldea, que con el paso de los años quedó olvidada, tapada y sellada al construir las nuevas casas.
Otra cueva mencionada en innumerables leyendas es la que está a 300 metros del pueblo en la carretera de la ermita. Se trata del famoso “Pozo de nieve”. La gestión de su explotación parece que la llevó a cabo la Cofradía Vieja de las Ánimas desde comienzos del s. XVIII. Tuvo la función de conservar el hielo y la nieve recogida en invierno para conservarlo en el verano y refrescar el vino y otras bebidas. Las leyendas dicen que esta galería sería actualmente una sección o sólo la entrada a un túnel que va desde la carretera de la Virgen hasta cerca de la antigua gasolinera de Granátula (en la carretera hacia Calzada). Un túnel de más de un kilómetro de longitud que desde tiempos inmemoriales habría sido refugio de bandoleros, escondite de tesoros, refugio en la Guerra Civil, pasadizo secreto para no pasar por el pueblo, etc. Otras personas dicen que esta cueva iría hasta la “era de los carreteros” prolongando su longitud hasta los dos kilómetros.
La Casa de la Inquisición de la Calle el Santo también encierra diversas leyendas. Cuenta una de ellas que por las noches ocurren fenómenos extraños, se escuchan ruidos, llantos, etc. Se dice que hay que tener especial cuidado al dormir en esa casa. Está relacionada con las figuras del Inquisidor bueno y la del inquisidor malo. Ambos vagan de madrugada por las distintas estancias de la casa con diferentes intenciones.
El inquisidor malo en su “paseo” nocturno por las habitaciones de la casa trata de arrancar el alma a las personas que allí duermen. Por eso vaga de madrugada y observa si los huéspedes de la casa tienen todo el cuerpo arropado, especialmente, cabeza, brazos o piernas. Según la leyenda el inquisidor malo trata de extraer el alma de aquellos que están mal tapados por estas extremidades en los que el alma está más alejada del cuerpo y por donde se extrae mejor. Ese brazo o pierna por la mañana suele aparecer dormido, con el hormigueo característico hasta que se “rehace” esa extremidad, porque el inquisidor con ayuda de “oraciones paralizantes”, facilitaría la extracción sin que lo notara esa persona.
El inquisidor bueno, por otro lado, vagaría de madrugada para que los que allí durmieran no fueran presa del inquisidor malo, tapándolos para que no se les quedase a las vistas brazos o piernas.
Otra leyenda afirma que de madrugada se aparece un niño, vestido de blanco, llorando, desde la zona de la cueva. Va buscando a sus padres que fueron procesados por la Santa Inquisición y parece que murieron por las fuertes torturas en la cueva de la casa. Unas víctimas de otras tantas, que habrían muerto a causa de las graves heridas, tormentos y vejaciones de los inquisidores y verdugos. Por eso se dice que es característico el sonido del silencio de la casa, el crujir de los techos y vigas de madrugada, porque recuerda a esas almas que vagan sin destino ni descanso. Esta cueva se dice que llega hasta la actual plaza de España.
Otras versiones dicen que servirían para que los sacerdotes, clérigos, inquisidores, etc. que corriesen peligro de noche, se trasladaran a esa casa desde la Iglesia, sin tener que pisar la calle; que serviría para que los inquisidores, etc. se trasladaran al centro del pueblo para no levantar sospechas antes de apresar a cualquier persona herética (que no practicara el cristianismo); o que serviría para llegar a la otra Casa de la Inquisición, en la calle Ramón y Cajal, directamente, sin tener que salir a la calle. Así, las torturas de los procesos inquisitoriales se harían en la más estricta intimidad, sin llevar a los condenados por la calle y guardando todos los tormentos bajo tierra. Similar destino parece que tiene la cueva que tiene la Casa de Las Tercias, que desde la Calle el Santo llegaría a la antigua calle de la Indias (o Calle Ramón y Cajal).
Es por este tipo de leyendas por lo que se cree que en la Casa de la Inquisición de la calle el Santo no se darían las torturas, solo sería la casa de la familia de los Inquisidores. Se barajan varios lugares donde se realizarían las mismas: algunas leyendas apuntan a una casa de la calle Padre Matías, la Casa de las Cadenas; pero donde más apuntan las leyendas e historia es en la calle Ramón y Cajal.
Parece que en esta casa, algunos de sus propietarios a lo largo de los siglos, han afirmado escuchar llantos de personas procedentes de la cueva de madrugada, como si las torturas inquisitoriales afligieran eternamente el cuerpo y alma de aquellas víctimas. Tanto es así, que se cree que una propietaria que allí vivió, mandó tapiar la cueva desde la misma noche que compró la casa. Fue tal la sorpresa de ella y los albañiles que fueron a tapiar aquella cueva que, al entrar para ver que había en ella, encontraron máquinas y artilugios para torturar. Parece que aquella fábrica de martirios mostraba todavía rastros de sangre en las mismas y en las paredes.
En relación a esta casa, otra leyenda dice que en ella murió un padre devorado por sus dos hijas. Aquel hombre, aterrorizado por lo mundano, arrastró hacia la cueva a sus dos hijas, evitando cualquier contacto con el exterior. Al no dejarles salir a la calle nunca, ni querer darles “bien” de comer ni beber, crecieron en el más peligroso de los terrenos, en el de la ira y la barbarie. Fue tal el sentimiento de salir de aquella horrible cárcel tan injustamente implantada, que un día, al llevarles de comer, hartas de aquella situación y hambrientas, le acorralaron en la cueva y comenzaron a comerse las vísceras y el hígado. Por eso se dice que, de madrugada, aparece aquel hombre desde la cueva y vaga por el patio, pidiendo perdón a sus hijas y ocultando como puede un agujero en el vientre que muestra parte de las vísceras.
Trasladándonos a otra casa emblemática de Granátula aparecen otras leyendas parecidas. Se trata de la casa de los Padres, o de los Frailes, es decir, el actual Palacio de Torremejía. Según la leyenda posee una cueva de mucha longitud. Sería tal, que pasaría por debajo de la plaza de la Constitución donde se abriría una gran galería. Otra versión dice que ese pasadizo-cueva continuaría hacia el subsuelo de la Iglesia donde habría una salida y llegaría hasta la Casa de la Inquisición de la calle el Santo.
En esa casa ha habido testimonios que dicen haber escuchado “ruidos” de noche, donde vagarían monjes o frailes por las antiguas habitaciones de la casa. Una leyenda cuenta que no se podrá destruir la casa hasta que no caiga el escudo de leones que custodia la fachada principal.
Cambiando un poco de leyendas, tan tétricas, otras nos intentan “explicar” el “cordón” de Cruces Blancas que existe alrededor del pueblo: estarían destinadas a proteger a los habitantes de Granátula de enfermedades, tentaciones, espíritus demoniacos en la forma de animales salvajes, etc. y proteger a los caminantes en sus trayectos fuera del pueblo. Se sabe que desde mediados del s. XVI estas cruces constituyen un circuito de procesión para Vía Crucis alrededor de la localidad.
Trasladándonos al Yacimiento de la Encantada y más concretamente a la Cueva de la Encantada encontramos otras leyendas. La más conocida es quizá la de la Encantá o Trocanta. Está relacionada con la noche de San Juan. Una noche mágica, porque tiene relación con el solsticio de verano, la noche más corta del año.
Según la leyenda, en la media noche de ese día, aparece una bicha o culebra, o también un lagarto, del fondo de la cueva. Ésta/e se convierte en una joven doncella de cabellos dorados, que se peina frente a un espejo con un peine de oro. Una versión dice que aquel que osa entrar en la cueva esa noche y la ve, se convierte en piedra.
Otra versión dice que las personas que se acercan esa misma noche, atraídas por la bella mujer, son arrastradas hacia el fondo de la cueva por la misma. Conforme se van alejando de la entrada de la mano de esa doncella, esta se va transformando paulatinamente en una enorme bicha, y poco a poco son devorados o llevados a su mundo para no regresar nunca más.
Quizá la leyenda que explica los orígenes de La Encantada o Trocanta es la versión que habla de que aquella bella mujer era una especie de hechicera de Granátula a la que se le habría echado una maldición. En su vida anterior, desengañada del amor, realizó conjuros para seducir a los hombres (sobre todo casados) y debilitar y romper matrimonios y noviazgos. Fue tal el recelo que despertó entre las mujeres del pueblo, que la arrastraron fuera de Granátula. No contentas con aquello, por temor a que pudiera regresar, decidieron encerrarla en una cueva de las afueras, en el denominado Cerrillo de los Rayos. Aquellas gentes, con ayuda de otras hechiceras, la introdujeron en el interior de la cueva, sellando la entrada con grandes bloques de piedra.
Por eso, aquella cueva pasó a denominarse La Cueva de La Encantada. La leyenda no quedó ahí. Aquella hechicera que había sido encerrada intentó salir y comenzó a realizar conjuros para escapar. Estos lograrían atraer a insectos y animales a la cueva para retirarle los obstáculos de la entrada y poder así salir. La maldición a la que fue sometida aseguraría a las mujeres de Granátula que los hombres no se fijasen en aquella mujer, pues quedaría convertida en uno de los animales más horribles y rastreros de la faz de la tierra, una bicha o culebra, o también un lagarto. Aquel hechizo sería eterno excepto la noche del solsticio de verano (para nosotros la noche de San Juan), es decir, la noche más corta del año. Aquella noche, aquel animal inmundo, saldría de su cueva, transformado en la más bella mujer jamás imaginada, y podría atraer a cualquier persona, especialmente hombres, seduciéndolos hasta introducirlos en la cueva. Allí, la bella doncella, convertida de nuevo en bicha o culebra, devoraría o llevaría a su mundo a su presa de la que no volvería a saberse nada más. Esa salida en la noche de San Juan comprendería incluso sobrevolar la comarca, para buscar a algún varón o niños pequeños, niños especialmente rezagados, que todavía no han entrado en su casa al anochecer, a los niños con mal comportamiento o a los niños que no se duermen cuando están en la cama. Estas leyendas tendrían el mismo fin, ser devorados en la cueva de La Encantada o ser llevados a su mundo para no volver a saberse más de ellos.
El que esos animales sean tan recurrentes en las leyendas del yacimiento no es algo aleatorio: las bichas o culebras, o los lagartos, son muy abundantes en la zona y se suelen meter en cualquier época del año en la cueva para hibernar, para beber agua, estar frescos, como refugio, etc.
El Cerro de la Encantada es en sí un lugar misterioso. Durante largos siglos fue el asentamiento de un poblado prehistórico de la Edad del Bronce que recibe ese nombre. Pero inexplicablemente, el poblado se convirtió en un cementerio en la última etapa de poblamiento para ser posteriormente abandonado y olvidado. Quizá, las excavaciones que se realizan desde hace algunas décadas, descubran algún día aquel misterioso fin.
En ese cerro, además de albergar la famosa cueva de la Encantada y el yacimiento, las personas muestran un gran respeto: los días y noches de tormenta las personas mayores de Granátula afirman que los rayos se apegan mucho y caen con decidida fuerza rompiendo las peñas y dejando un color oscuro encima de ellas. Cuando la tormenta se acerca se dice que hay que buscar un lugar resguardado como la cueva para refugiarse, porque el peligro de que te alcance un rayo es muy alto. Por eso el Cerro de la Encantada se llama también el Cerrillo de los Rayos, por apegarse mucho las tormentas en su cima.
En relación con estas leyendas, siguiendo el “asusta niños”, es menos frecuente recordar por parte de las personas mayores la leyenda del Bú, o del Búho. Parece, que en la cima del Cerro del mismo nombre, en la zona del embocaero, habría siempre un gran búho, espectador de la vida diaria, que sobrevolaría los campos y pueblos de la zona en busca de niños malos; niños que todavía no habrían vuelto a sus casas al atardecer; niños que todavía no se hubieran dormido cuando estuviesen acostados, llevándoselos (por la ventana, cogiéndolos en plena calle, etc.) para no volverse a saber nada de ellos nunca más.
Por último, existe una leyenda en el pueblo, casi perdida, que se cuenta a los niños pequeños. Se dice que hay que guardar todos los dientes de leche que se caen con el crecimiento porque si no se hace, cuando uno muere, debe buscarlos con un candil colgado en el “tete”, es decir, en el ombligo.
Trasladándonos a la Ermita, encontramos multitud de leyendas. Su entorno ha estado relacionado con decenas de historias y leyendas que evocan un pasado histórico mistérico y oscuro, que relaciona la realidad y la ficción.
Un tema recurrente en esas leyendas es la existencia de diversas cuevas. Una de ellas parece que va de la zona de la Ermita al Cerro de los Obispos. Estaría llena de tesoros y serviría para trasladar a los obispos de la ciudad de Oreto, desde la Catedral hacia un lugar más seguro en épocas turbulentas. Porque alrededor de la Ermita hay una gran ciudad, llamada a lo largo del tiempo de muchas formas (Orissia, Oretum, Oreto, Urit, Zuqueca) según la cultura que la dominase. Una impresionante ciudad que está enterrada y está encerrada entre el río Jabalón, el Cerro de los Obispos y el Cerro Domínguez. Fue la capital de la oretania en época ibera, una importante ciudad romana (sabemos que tiene Circo y otros edificios públicos) y en época visigoda es tal su importancia que tiene Catedral y Obispos hasta la conquista musulmana. Es decir, durante varios siglos llegó a ser la sede episcopal y el centro religioso-administrativo de la zona. Una ciudad que está a un metro de profundidad y de la que poco se sabe.
Hay otra leyenda que dice que la entrada a esa cueva sólo se vería parcialmente al atardecer de cada día, en la cumbre del Cerro de los Obispos, y sería el día del solsticio de verano cuando se viera esa entrada totalmente y a través de la que se podría pasar sin ningún problema. Sólo unas pocas personas afortunadas habrían podido verla. Otra leyenda dice que hay una pequeña oquedad o agujero en la cima del Cerro de los Obispos, y tirando una pequeña piedra por el mismo se podría hacer tocar las campanas de la antigua catedral de la ciudad.
Hay muchos testimonios de agricultores, pastores, gañanes, cazadores, jornaleros, etc. que nos cuentan que al ir a arar la zona este del yacimiento de Oreto-Zuqueca, en la zona de los olivos de los Don Carlos, caen con sus tractores a enormes socavones. Es tal la profundidad a la que caen que deben llamar a otros tractores para remolcar sus tractores y así sacarlos. Algunos ganaderos de décadas pasadas dicen que en alguna ocasión, pasando o pastando por la zona, fueron testigos de que algunas cabezas de ganado como toros, vacas u ovejas habían caído dentro de socavones produciéndose la muerte instantánea del animal, o en otros casos, la fractura de piernas o solo se había producido el atrapamiento en la boca del mismo sin caída. Es tal el miedo a que les regañe el propietario de la finca por perder el tiempo que suelen tapar los socavones y continúan con su faena como si no hubiese ocurrido nada. Se tiene constancia de otras personas, que regando por inundación ese olivar, han visto como se han abierto socavones y agujeros, o en otros casos se pierde el agua por el suelo sin que puedan continuar regando hacia donde quieren. Algunos afirman que el agua cae en forma de cascada de varios metros de profundidad y se pierde en el suelo. Lo que se hace es tapar el agujero o socavón y trasladar la reguera para continuar regando hacia otra parte del olivar. De esta zona del olivar y en general en el entorno de la ermita tenemos testimonios de agricultores que encuentran de manera fortuita restos: espadas, broches de metal para ropa, sarcófagos, inscripciones epigráficas, tinajas y otros recipientes de cerámica, piedras de molino de época romana, piedras decoradas, vasijas, monedas, piedras con inscripciones en latín como por ej. una que hace referencia a un granero de época romana , y hasta una lápida de uno de esos obispos de la Sede Episcopal de la ciudad de Oreto, ambas empotradas en un muro interior de la iglesia de Granátula.
Hasta hace unas décadas, se pensaba que al encontrar cualquier resto importante en la zona de la ermita, el propietario podía perder sus tierras por una expropiación forzosa, por lo que se mantenía en silencio el hallazgo en la zona.
También hay otra leyenda que dice que en el Cerro de Oreto o Domínguez hay un castillo de la Edad Media. Esto está evidenciado porque las fuentes escritas musulmanas lo mencionan en la primera mitad del s. X. Pues bien, se dice que desde ese castillo habría un túnel que llegaría al Castillo de Calatrava la Nueva (en Aldea del Rey). Otras leyendas dicen que hay tesoros, que el Cerro Domínguez está hueco, etc.
De la Guerra Civil tenemos también algunas leyendas, una que dice, que personas que no creían en la religión cristiana, y querían destruir el patrimonio artístico de Granátula como la iglesia, ermita, santos, etc. tenían la intención de ir con sus vehículos a la ermita para destruir la imagen de la Virgen. Prepararon un convoy de camiones y coches pero al llegar al puente romano, inexplicablemente, se les quedaron parados todos los vehículos que pretendían arrasar la ermita y destruir la imagen de la patrona. Es tal el miedo que infunde tal acontecimiento que dan media vuelta para no volver. Otra versión dice que esas personas lograron llegar a la Ermita, coger la imagen de la Virgen y trasladarla al puente romano Baebio en un camión. La intención era lanzarla desde el camión a las aguas del Jabalón. Pero al intentar arrojarla se dice que la imagen comenzó a pesar tanto que no pudieron levantarla, y solo pudieron tirarla del camión cuando salieron de la zona del puente. Tal fue el miedo, que aquellas personas terminaron arrojándola a una alameda cercana al no poder arrojarla al río.
Otra versión dice que era el día de la Virgen del Rosario, cuando esas personas llegaron al Santuario para arrasar con todo lo que allí había. Cogieron a la Virgen y la intentaron tirar al pozo que hay en la parte este del santuario, pero comenzó a pesar tanto que no pudieron tirarla al pozo. Fue al año siguiente, el día de la Virgen del Rosario, y en una especie de maldición, cuando a una de esas persona que había intentado tirar la Virgen el año anterior, se le murió un hijo, al caer y ahogarse en un pozo. Esta última leyenda, se asocia más con la Virgen del Rosario pero en el mismo pueblo, que al ser cogida de la Iglesia parroquial de Granátula en las mismas circunstancias, tendría las mismas consecuencias.
Estas leyendas intentan explicar un hecho en Granátula: el que a pesar de que la Guerra Civil arrasó con parte del patrimonio artístico de Granátula, sobre todo las imágenes de la Iglesia de Santa Ana; la Ermita y la Virgen de Oreto y Zuqueca permanecieron intactos durante ese conflicto: fruto de los milagros, de la casualidad, de la conciencia de unos pocos que la conservaron, que la tapiaron o escondieron, etc. Una vez más, las leyendas, asociadas con Historia, intentan explicar lo inexplicable, y lo que nunca podremos, quizá, saber. Por eso, es esencial que esta cultura o tradición oral no caiga en el olvido, la conservemos y transmitamos a las generaciones futuras como un legado de incalculable valor, ligado a nuestra Historia y cultura local. Espero que haya sido de vuestro agrado. Un saludo.
Juan Manuel Donoso Gómez
Licenciado en Historia.
Estudio sobre la tradición oral (leyendas) de Granátula de Calatrava. 2011.
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